Aniversario XXIV: La obligada visita a Covadonga

El deporte y la devoción por determinados santos o vírgenes es una realidad bastante habitual en la que se funde la religiosidad popular con la superstición de deportistas, dirigentes y afición. Las excursiones a los santuarios marianos forman parte de esa tradición y es habitual ver peregrinaciones de equipos al principio de una temporada para pedir protección divina en la competición o para agradecer la protección del santo tras conquistar un título.
En el Club no fuimos ajenos a estos hábitos y tras el triunfo en la primera Copa de Europa acudimos a Covadonga en una peregrinación en la que tomaron parte las jugadoras y técnicos del equipo y un buen puñado de aficionados y aficionadas y jugadores de los equipos base.

Tras deambular un rato toda la comitiva por la explanada de la basílica, llegó el momento de dirigirse hacia la Cueva de la Santina, ya que la delegada del equipo, Manuela, había concertado una ofrenda floral a la virgen. Al altar subió todo el equipo y le tocó el turno de hablar a la capitana, Pulgui, poco habituada en aquellos años a echar discursos o atender a los medios informativos. El momento fue, como mínimo, embarazoso porque no llevaba nada preparado y ante la necesidad de improvisar lo único que le salía era la risa nerviosa. La Cueva abarrotada, el cura en el altar y todo el mundo pendiente de las palabras de Pulgui. Balbuceó como pudo unas palabras y se dio por concluido el acto. La verdad, en defensa de nuestra capitana y entrenadora, hay que decir que aquello fue un verdadero atraco que resolvió como pudo, desde el Club debería de haberle advertido sobre lo que tenía que hacer para que no fuera necesario improvisarlo sobre la marcha… como tantas veces.

Tras el apuro y ya todos más relajados, la expedición volvió al autocar y se embarcó rumbo a los lagos para continuar la jornada con paseos por el entorno, con bocadillos y sidra… como tantas veces.