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Adiós, Rosita #MiEquipoMiGente

Hay personas que las conoces y te enamoran. Personas que, cuando se van, dejan una profunda huella. Rosita la representa a todas ellas. Si la afición del hockey sobre patines tuvo una imagen era la suya, presente en las victorias y derrotas, en los campeonatos amistosos y las competiciones europeas, dejándose la voz en las gradas, derrochando cariño y emoción. Rosita era una hincha enfervorecida, gritaba con cada pase y sufría con cada bola perdida, pero también disfrutaba del tercer tiempo como ninguna, hablando con unos y otras, bromeando, riendo, tomando un culín, comiendo un pinchín y echando un pitín.

Nos queríamos, sí, mucho. Coincidimos un tiempo con asiduidad, después más espaciado, pero la alegría de los encuentros nos hacía brillar los ojos, aún siento entre mis brazos el calor de su menudo cuerpo, puro nervio. Era también una lectora impenitente. Tenía todas mis novelas dedicadas y disfrutaba de la lectura con el mismo placer intenso con que amaba la vida.

Esta foto se la hice en 2017 en el Pabellón de Deportes de la Guía. Nos jugábamos un título europeo que perdimos, injustamente a juicio de la afición. Salimos como miuras al final en medio de un ruido atronador, sonaban la música a todo volumen, el bombo y las vuvuzelas, corría la sidra como si no hubiera un mañana, cantábamos como si hubiera sido nuestra la victoria a la par que maldecíamos afónicos la derrota, presas de los nervios, que si el arbitro en contra, el enemigo en casa, los jabalíes en malas condiciones…

Había un jaleo de cuidado, un barullo tremendo.

Cuando los irreductibles aficionados ya alcanzábamos el paroxismo, mi vista captó a Rosita en medio del caos, con su cigarro resignado y esa calma serena, fascinante a mis ojos en aquel contexto desquiciado y más sabiendo la procesión que iba por dentro. Ese gesto inmortalizado por la cámara transmite una enseñanza ancestral, una lección de vida, porque, en los partidos como ante cualquier otro reto, el secreto no radica en saber perder o ganar, lo verdaderamente importante es mantener incólume la ELEGANCIA EXISTENCIAL.

Y eso lo sabía hacer como ninguna.

Todo mi cariño a Vero, Cris, Natalia y a la familia del Telecable Hockey Club. Te echaremos de menos, amiga.

Sit tibi terra levis, Rosita

Por Pilar Sánchez Vicente